UNA DE LAS PREGUNTAS QUE, CON FRECUENCIA, NOS HA SIDO PLANTEADA ES LA SIGUIENTE:
¿CUÁL ES LA RELACIÓN QUE TENDRÁ LA IGLESIA CATÓLICA ECUMÉNICA RENOVADA EN GUATEMALA (ICERGUA), CON LA IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA BRASILERA (ICAB)
DESPUÉS DE HABER SELLADO CON ELLA LA PLENA Y PERFECTA COMUNIÓN Y DE RECIBIR LA SUCESIÓN APOSTÓLICA?
HE AQUÍ LA RESPUESTA:
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Nosotros recibimos la sucesión apostólica a través de la sucesión transmitida por San Carlos de Brasil; quien fue el instrumento elegido por el Señor para impulsar la renovación de su Iglesia en Brasil y promover que se desarrollara la Comunión de Iglesias Católicas y Apostólicas en todo el mundo, con el objetivo de redescubrir el sentido genuino de la Iglesia Católica y de la Tradición apostólica.
Esto hace que, espiritual y afectivamente, siempre nos unirán lazos de gratitud, de plena comunión en la fe y en el amor y de generosa colaboración con la Iglesia Católica Apostólica Brasilera.
Sin embargo, siguiendo la Tradición Apostólica, vivida en la Iglesia Católica durante el primer milenio, cada Iglesia local es autónoma o autocéfala, aunque está en plena y perfecta comunión con las demás Iglesias locales.
Por lo tanto, la relación de plena y perfecta comunión establecida con la Iglesia Católica Apostólica Brasilera no implica que, desde el punto de vista institucional y administrativo, mantengamos intacta nuestra autonomía y nos corresponda a nosotros tomar, en consenso con todo el Pueblo de Dios que forma nuestra Iglesia, las decisiones más convenientes en lo que se refiere a la organización y vida de las comunidades y de todo el cuerpo eclesial, así como a la elección de sus ministros y a la forma de estructurar la liturgia, siempre y cuando se mantengan íntegras la fe, la vida sacramental y la estructuración del ministerio ordenado, según están testimoniadas en las Sagradas Escrituras y en la Tradición Apostólica y fueron vividas por la Iglesia Católica indivisa, durante el primer milenio.
Es importante saber que el centralismo eclesiástico e institucional propio de la Iglesia romana, no hace parte ni de la Fe católica ni de la genuina Tradición apostólica. Éste se fue introduciendo progresivamente en la Iglesia romana, hasta consumarse con Concilio Vaticano Primero, en el año 1870, al declarar la jurisdicción universal y absoluta del romano Pontífice, sobre todas las Iglesias locales. Sin embargo, ese sistema de organización y de gobierno está en clara ruptura con la Tradición apostólica y con la organización y la Fe de la Iglesia Católica del primer milenio.
Por eso, para entender la relación que mantendremos con la Iglesia Católica Apostólica de Brasil, no hay que basarse en el modelo de sumisión, dependencia y centralismo introducido en la Iglesia de Roma, sino en la experiencia de plena comunión entre Iglesias locales, propia de la genuina Tradición Católica y Apostólica.
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