MISA DE ORDENACIÓN
I Ritos iniciales y Liturgia de la palabra
MONICIÓN DE ENTRADA: (Se hace antes de que comience la procesión)
El momento que vivimos, lo reconocemos como tiempo de Dios y de gracia especial para nuestra IGLESIA CATÓLICA ECUMÉNICA RENOVADA EN GUATEMALA. Pues, por la ordenación episcopal de nuestro Obispo Primado, Eduardo Aguirre Oestmann quedaremos constituidos sacramentalmente como iglesia local. Para la Tradición Apostólica, la Iglesia local es la realidad visible en donde se hace presente la Iglesia una, santa católica y apostólica, simbolizada por la presencia del obispo y por la comunión con otras iglesias locales. A la iglesia local, se le reconoce como Pueblo de Dios, al que el Señor bendice con diversidad de carismas y ministerios. Entre estos se encuentra el ministerio ordenado, compuesto por diáconos, presbíteros y el obispo. El principio característico de la iglesia local es el de la igualdad de todos sus miembros. El ministerio ordenado por lo mismo, nunca se comprende como algo que está encima de la comunidad sino como don que, concedido por el Espíritu Santo, es reconocido por la comunidad y está al servicio y para la edificación de ésta. Por ello, tiene que ser ejercido con humildad y despojados de toda pretensión de imponer los propios gustos o criterios; de tratar de uniformar, en lugar de que sea el Espíritu el que unifica; o de intentar suplantarse a la acción directa del mismo Cristo. Esta certeza hace que hoy todos, convocados como Pueblo Sacerdotal y Asamblea Litúrgica, tengamos que jugar un papel de protagonistas: vamos a orar y a participar activamente para que lo que creemos y celebramos, se realice con fuerza y eficacia, por la acción del Espíritu Santo.
1. Procesión de entrada
Se comienza la procesión por la Iglesia hacia el altar, según el modo acostumbrado. La inicia el diácono que lleva el libro de los Evangelios que ha de usarse en la Misa y en la Ordenación; siguen los presbíteros concelebrantes, después el elegido entre sus dos presbíteros asistentes, luego los Obispos ordenantes y finalmente el Obispo ordenante principal y un poco detrás de él sus asistentes. Llegados al altar y hecha la debida reverencia, van todos a los lugares que les han sido asignados.
Mientras tanto se canta la antífona de entrada con su salmo u otro canto apropiado.
2. Saludo inicial y petición de la ordenación
Al llegar al altar se hace reverencia y luego se besa el altar. El obispo ordenante principal inciensa el altar. Después se inicia con el saludo inicial, desde la cátedra.
C:/ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
C:/ La gracia de Jesucristo, el Buen Pastor, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, esté con todos ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
Inmediatamente después se hace la presentación del candidato. El obispo principal se sienta en la cátedra y al lado se encuentran los dos obispos co-consagrantes con la mitra puesta. El candidato se acerca acompañado por los dos presbíteros asistentes.
MONICIÓN ANTES DE LA PRESENTACIÓN:
Ser elegido por la Iglesia local, ser reconocido por el Colegio de Obispos dentro del que se incorporará y ser recibido gozosamente por el Pueblo de Dios al que servirá, son los tres criterios que, según la Tradición Apostólica, dan validez a la ordenación del obispo. En este momento, antes de comenzar, el celebrante principal se asegurará de que existen los tres requisitos: para eso se leerá la constancia de elección, el mandato apostólico y, al final, a través de un aplauso, el Pueblo manifestará su recepción gozosa.
Uno de los obispos co-consagrantes dice:
C I:/ Reverendísimo Padre, la Iglesia Católica Ecuménica Renovada en Guatemala pide que ordenes de Obispo al presbítero EDUARDO CRISTIÁN AGUIRRE OESTMANN.
El Obispo ordenante principal le pregunta:
C:/ ¿Tienen la constancia que atestigua su elección y el mandato apostólico en el que consta que el Concilio General de la Iglesia Católica Apostólica Brasilera aprobó su consagración?
El obispo co-consagrante le responde:
C I:/ Los tenemos.
El Obispo ordenante principal:
C:/ Tengan la bondad de leerlos.
3. Lectura de la constancia y del mandato apostólico.
Estando todos sentados, uno de los presbíteros asistentes lee la constancia de elección y el otro recibe de manos del obispo co-consagrante y lee el mandato apostólico..
Una vez leídos los documentos, todos manifiestan su aceptación, diciendo:
R/. Te damos gracias, Señor.
4. Se prosigue con la celebración de la Misa, hasta la lectura del
Evangelio inclusive.
C:/ Hermanos. Para celebrar la Eucaristía con corazón puro, reconozcamos delante del Señor que somos pecadores.
R:/ Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
Luego el celebrante concluye diciendo:
CP/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos comunique la vida eterna.
El pueblo responde:
R/. Amén.
Seguidamente se canta el Señor ten piedad.
Luego se canta el Gloria a Dios en el cielo.
Oración colecta:
CP/. Oremos. Oh Dios, que has elegido a tu siervo Eduardo Cristián como sucesor de los apóstoles, para apacentar a tu pueblo santo, concédele espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y de temor, para que guiando fielmente al pueblo que le ha sido confiado, construya tu Iglesia como sacramento de salvación para el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que siendo Dios, vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo. Por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
MONICIÓN PARA LAS LECTURAS:
El profeta Isaías recuerda, que todo ministerio es fruto de una elección hecha por Dios, para manifestar en el mundo su gracia, su amor y su liberación. En el Evangelio se insiste en que la elección es iniciativa gratuita y amorosa de Dios y requiere del elegido una entrega que corresponda al amor incondicional del Señor que elige. Por ello, como recuerda Pablo, todo lo demás pierde valor, comparado con la comunión con Cristo y la identificación en sus padecimientos y en su misión. Aquí se encuentra el misterio y el sentido del ministerio ordenado dentro de la Iglesia.
Primera Lectura. (Is. 42, 1-4.6-7, 43, 1-2.4.5)
Lectura del Libro del Profeta Isaías.
"Aquí está mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me deleito.
He puesto en él mi espíritu para que traiga la justicia a las naciones.
No gritará, no levantará la voz, no hará oír su voz en las calles, no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente.
No descansará ni su ánimo se quebrará, hasta que establezca la justicia en la tierra.
Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas."
"Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones.
Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que viven en la oscuridad.”
El Señor que te creó te dice:
"No temas, que yo te he liberado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío.
Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo, si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás, las llamas no arderán en ti.
Porque te aprecio, eres de gran valor y yo te amo. No tengas miedo, pues yo estoy contigo. Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial. (Del salmo 126)
R/. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
– Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, / nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, / la lengua de cantares. R/.
– Hasta los gentiles decían: / "El Señor ha estado grande con ellos".
El Señor ha estado grande con nosotros, / y estamos alegres. R/.
– Que el Señor cambie nuestra suerte, / como los torrentes de Negueb.
Los que sembraban con lágrimas / cosechan entre cantares. R/.
– Al ir, iba llorando, / llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, / trayendo sus gavillas. R/.
Segunda Lectura. (Fil. 3, 1.7-14)
Lectura de la Carta del Apóstol Pablo a los Filipenses.
Hermanos míos, alégrense en el Señor. Pues todo lo que antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin valor. Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él; no con una justicia propia, adquirida por medio de la ley, sino con la justicia que se adquiere por la fe en Cristo. La que da Dios con base en la fe. Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos. Haciéndome semejante a él en su muerte, espero llegar a la resurrección de los muertos.
Hermanos, no quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero. Lo que hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús. Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
Aleluya.
Cantado por el coro.
Mientras se canta, los ciriales, el turiferario y el diácono llevando el libro de los Evangelios, hacen la procesión, primero hacia la cátedra, hacia el celebrante principal, para que eche el incienso y dé la bendición al diácono y luego hacia el ambón, para la incensación y la lectura del Evangelio.
Evangelio. (Jn 15, 7-20.26-27)
D/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
D/. Lectura del Evangelio según San Juan.
R/. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Si ustedes permanecen unidos a mí, y permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos. Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
"Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros.
"Si el mundo los odia a ustedes, sepan que a mí me odió primero. Si ustedes fueran del mundo, la gente del mundo los amaría, como ama a los suyos. Pero yo los escogí a ustedes entre los que son del mundo, y por eso el mundo los odia, porque ya no son del mundo. Acuérdense de esto que les dije: 'Ningún servidor es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán.
"Pero cuando venga el Defensor que yo voy a enviar de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos”. Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor, Jesús.
5. Concluida la lectura del Evangelio, el diácono vuelve a colocar reverentemente el libro de los Evangelios sobre el altar hasta que sea colocado encima de la cabeza del Ordenado.
II
Ordenación
6. El Obispo ordenante principal y los otros Obispos ordenantes se acercan a las sedes preparadas para la ordenación del elegido, y se sientan, con la mitra puesta.
7. Homilía
Estando todos sentados, el Obispo ordenante principal con la mitra puesta hace la homilía, en la que expone al clero, al pueblo y al elegido el ministerio del Obispo:
CP/. Queridos hijos, consideremos atentamente qué ministerio en la Iglesia es confiado hoy a nuestro hermano Eduardo Aguirre Oestmann.
Jesucristo, Señor nuestro, enviado por el Padre para redimir a la humanidad, envió, a su vez, a los doce apóstoles por el mundo, para que, llenos del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio, instruyeran y santificaran a todos los pueblos y los reunieran en un solo rebaño.
Para que este ministerio se mantuviera hasta el final de los tiempos, los apóstoles eligieron colaboradores, a quienes, por la imposición de las manos, les comunicaron el don del Espíritu Santo que habían recibido de Cristo, confiriéndoles la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, se ha ido transmitiendo a través de los siglos este ministerio, por la sucesión continua de los Obispos y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.
En la persona del Obispo, en comunión con los presbíteros, se manifiesta la presencia entre ustedes del mismo Jesucristo, Señor y Pontífice eterno. Es el mismo Jesucristo quien, por el ministerio del Obispo, anuncia el Evangelio y ofrece a los creyentes los sacramentos de la fe. Él es quien, por medio del ministerio paterno del Obispo, agrega nuevos miembros a la Iglesia, que es su cuerpo. Él es quien, valiéndose de la predicación y solicitud pastoral del Obispo, los lleva, a través del peregrinar terreno, a la participación en el Reino de Dios.
Reciban, pues, con alegría y acción de gracias a nuestro hermano Eduardo. Nosotros, los Obispos aquí presentes, por la imposición de las manos, lo agregamos a nuestro Orden episcopal. Deben honrarlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios: a él se le ha confiado dar testimonio del verdadero Evangelio y administrar la vida del Espíritu y la santidad.
Recuerden las palabras de Cristo a los apóstoles: «Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y, quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»
Y tú, querido hermano, elegido por el Señor, recuerda que has sido escogido entre los seres humanos para servirles en las cosas de Dios. El episcopado es un servicio, no un honor. Por ello, el Obispo debe ante todo vivir para los fieles, y no solamente presidirlos; porque, según el mandato del Señor, el que es mayor debe hacerse el más pequeño, y el que preside, debe servir humildemente. Proclama la palabra de Dios a tiempo y a destiempo; exhorta con toda paciencia y deseo de edificar. En la oración y en el sacrificio eucarístico, pide abundancia y diversidad de gracias, para que el pueblo a ti encomendado participe de la plenitud de Cristo.
Cuida y orienta la Iglesia que se te confía, y sé fiel dispensador de los misterios de Cristo. Elegido por el Padre para gobernar su familia, ten siempre ante tus ojos al Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas, y quien no dudó en dar su vida por el rebaño.
Ama con amor de padre y de hermano a cuantos Dios pone bajo tu cuidado, especialmente a los presbíteros y diáconos -colaboradores tuyos en el ministerio sagrado-, a los pobres, a los débiles, a los que no tienen hogar y a los inmigrantes. Exhorta a los fieles a trabajar contigo en la obra apostólica y procura siempre atenderlos y escucharlos. Cuida diligentemente de aquellos que aún no están incorporados al rebaño de Cristo, porque ellos también te han sido encomendados en el Señor.
No olvides que formas parte del Colegio episcopal en el seno de la Iglesia católica, que es una por el vínculo del amor. Por tanto, tu solicitud pastoral debe extenderse a todas las Iglesias, dispuesto siempre a acudir en ayuda de las más necesitadas. Preocúpate, pues, de la grey universal, a cuyo servicio te pone el Espíritu Santo para servir a la Iglesia de Dios: en el nombre del Padre, cuya imagen representas en la Iglesia; en el nombre de su Hijo, Jesucristo, cuyo oficio de Maestro, Sacerdote y Pastor ejerces; y en el nombre del Espíritu Santo, que da vida a la Iglesia de Cristo y fortalece nuestra debilidad.
8. Interrogatorio y promesas del elegido
Después de la homilía, el elegido se coloca de pie ante el Obispo ordenante principal, quien sentado en la sede, con mitra, lo interroga con las siguientes palabras:
CP/. Una antigua disposición de los santos Padres establece que quien ha sido elegido para el Orden episcopal sea previamente examinado ante el pueblo, sobre su fe y sobre su futuro ministerio.
Por tanto, amado hermano, es necesario que, en primer lugar, hagas ante la iglesia, aquí reunida, tu profesión de fe.
¿Crees en la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios, todopoderoso, en tres personas iguales en su naturaleza, poder y eternidad, con una sola voluntad y majestad, por quien fueron creadas todas las criaturas celestes y terrestres, visibles e invisibles, corpóreas y espirituales?
El elegido:
E:/ Sí, creo firmemente.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Crees que Jesucristo es el Hijo Único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho, que por nosotros los seres humanos y por nuestra salvación bajó del cielo y, por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María la Virgen, padeció y fue sepultado, resucitó al tercer día según las Escrituras, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin?
El elegido:
E:/ Sí, creo firmemente.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Crees también que el Espíritu Santo es perfecto, pleno y verdadero Dios, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria y que habló por los profetas?
El elegido:
E:/ Sí, creo.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Crees en la Iglesia Una, Santa Católica y Apostólica, reconoces que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados, esperas en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
El elegido:
E:/ Sí, creo, reconozco y espero firmemente.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Te comprometes a mantenerte fiel a la fe católica?
El elegido:
E:/ Sí, me comprometo a mantenerme fiel a la fe católica fundamentada en la Sagrada Escritura y en la Tradición apostólica viva e integral, como ha sido creída por todos, en todas partes y en todos los tiempos, y como ha sido expresada en los símbolos ecuménicos de fe y en las formulaciones dogmáticas aceptadas universalmente por los concilios ecuménicos realizados por la Iglesia indivisa.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Rechazarás toda herejía, toda doctrina y toda postura que altere la fe genuinamente católica y la organización fundamental de la iglesia?
El elegido:
E:/ Sí, con la ayuda de Dios, rechazaré toda herejía, toda doctrina y toda postura que altere la fe genuinamente católica y la organización fundamental de la iglesia, según fue transmitida por la Tradición Apostólica, por los Padres de la Iglesia y por los Concilios Ecuménicos realizados por la Iglesia indivisa.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Quieres consagrarte hasta la muerte al ministerio episcopal que hemos heredado de los apóstoles y que, por la imposición de nuestras manos, te va a ser confiado con la gracia del Espíritu Santo?
El elegido responde:
E:/ Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Quieres predicar fielmente y sin desfallecer el Evangelio de Cristo?
El elegido:
E:/ Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Quieres conservar íntegro y puro el depósito de la fe, tal como fue recibido de los apóstoles y conservado en la Iglesia siempre y en todo lugar?
El elegido:
E:/ Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Quieres edificar la Iglesia, cuerpo de Cristo, permanecer en la unidad con el Colegio de Obispos miembros de la Comunión de Iglesias Católicas y Apostólicas y del Concilio General de la Iglesia Católica Apostólica Brasilera y mantener la comunión y colaboración plenas con su Consejo Episcopal y sus órganos de gobierno?
El elegido:
E:/ Sí, yo, EDUARDO CRISTIÁN AGUIRRE OESTMANN elegido para ser Obispo Primado de la Iglesia Católica Ecuménica Renovada en Guatemala, me comprometo a dedicar toda mi vida para el servicio de Cristo y la edificación de su Cuerpo, la Iglesia; prometo que permaneceré en la unidad, respeto y colaboración con el Orden de los Obispos miembros de la Comunión de Iglesias Católicas y Apostólicas y del Concilio General de la Iglesia Católica Apostólica Brasilera, legítimos sucesores de los Apóstoles; prometo mantener la comunión y colaboración plenas con su Consejo Episcopal y sus órganos de gobierno y hacer todo lo que esté a mi alcance para que las disposiciones comunes sean recibidas, asumidas y aplicadas en nuestra Iglesia local.
El Obispo ordenante principal
CP/. ¿Te comprometes a trabajar incansablemente para que la unidad de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica que Cristo fundó, pueda manifestarse visiblemente a través de la creciente comunión entre todas las iglesias cristianas católicas y ortodoxas?
El elegido:
E:/ Sí, asumo como compromiso primordial del ministerio que se me confía el orar, trabajar y entregar mi vida para que la unidad de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, garantizada por la presencia eficaz del Espíritu Santo y por la fidelidad inquebrantable a la Tradición Apostólica, como fue vivida y transmitida por la Iglesia indivisa, se pueda ir manifestando visiblemente entre todas las iglesias cristianas católicas y ortodoxas, desde el reconocimiento del primado histórico que varios Concilios Ecuménicos y Padres de la Iglesia antigua han atribuido al Obispo de Roma, para que, como “primero entre iguales” en la familia de los primados de las Iglesias locales y presidiendo en la caridad, se camine hasta llegar a la plena y perfecta comunión eucarística entre todos los cristianos.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Te comprometes a ceñirte, en el ejercicio de tu ministerio, a cuanto se establece en la Palabra de Dios, en la Tradición viva de la Iglesia y en los principios constitutivos y los estatutos fundamentales de la Iglesia Católica Ecuménica Renovada?
El elegido:
E:/ Sí, me comprometo a hacerlo con amor y diligencia, para que le Iglesia local que el Señor me confía servir, sea sacramento eficaz en donde se actualiza y expresa la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Quieres cuidar del pueblo santo de Dios, dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre, en comunión con tus presbíteros y diáconos?
El elegido:
E:/ Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Serás siempre bondadoso y comprensivo con los pobres, con los inmigrantes y con todos los necesitados?
El elegido:
E:/ Sí, lo seré.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Como buen pastor, buscarás las ovejas dispersas y las conducirás al rebaño del Señor?
El elegido:
E:/ Sí, lo haré.
El Obispo ordenante principal:
CP/. ¿Perseverarás en la oración a Dios Padre todopoderoso y ejercerás el sumo sacerdocio con toda fidelidad?
El elegido:
E:/ Sí, quiero hacerlo, con la ayuda de Dios.
El Obispo ordenante principal:
CP/. Dios, que comenzó en ti esta obra buena, él mismo la lleve a término.
MONICIÓN ANTES DE LA LETANÍA DE LOS SANTOS:
Hemos escuchado la Profesión de fe y el compromiso que ha hecho ante la Iglesia, nuestro obispo electo. Ahora, considerándolo apto para el ministerio para el que ha sido elegido, comienza el rito sacramental de ordenación. Se inicia con la invocación de los santos, como suplica pidiendo su intercesión y como expresión de comunión con toda la Iglesia. Para todos será tiempo de oración y de invocación de la efusión del Espíritu Santo sobre nuestro obispo.
9. Letanías de los santos
Luego, los Obispos sin la mitra, se levantan. El Obispo ordenante principal, de pie y con las manos juntas, dirige al pueblo la siguiente invitación:
CP/. Oremos, hermanos, para que el Dios de todo poder y bondad derrame sobre este elegido la abundancia de su gracia, para bien de toda la Iglesia.
Luego el diácono dice:
D/. Pongámonos de rodillas.
Y todos se arrodillan
El elegido se postra en tierra.
Los cantores comienzan las letanías:
Señor, ten piedad Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos ángeles de Dios, rogad por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
San Pedro, ruega por nosotros.
San Pablo, ruega por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
Santiago el Mayor, ruega por nosotros.
Santo Tomás, ruega por nosotros.
Santiago el Menor, ruega por nosotros.
San Felipe, ruega por nosotros.
San Bartolomé, ruega por nosotros.
San Mateo, ruega por nosotros.
San Simón, ruega por nosotros.
San Judas Tadeo, ruega por nosotros.
San Matías ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad, rogad por nosotros.
Santa Inés, ruega por nosotros.
San Gregorio, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rogad por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
San Felipe de Jesús ruega por nosotros.
Santo Toribio de Mongrovejo ruega por nosotros.
San Pedro Claver, ruega por nosotros
San Juan Diego , ruega por nosotros.
Santo Hermano Pedro, ruega por nosotros.
San Carlos de Brasil, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Ávila, ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima, ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Muéstrate propicio, líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado, líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos, Señor.
Por tu encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Por la efusión del Espíritu Santo, líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves
a tu santa Iglesia, te rogamos, óyenos.
Para que conserves a los obispos
y a todos los ministros ordenados
en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
El obispo ordenante principal, de pie, canta las tres letanías siguientes, haciendo la cruz de bendición sobre el candidato, según se indica:
Para que bendigas + a este elegido, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas + y santifiques +
a este elegido, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas +, santifiques +
y consagres + a este elegido, te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia
a todos los pueblos de la tierra, te rogamos, óyenos.
Para que concedas tu misericordia
a cuantos sufren en la tribulación, te rogamos, óyenos
Para que nos fortalezcas y conserves
en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos, Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos.
Acabadas las letanías, el Obispo ordenante principal de pie y con las manos extendidas sin mitra, dice:
CP/. Escucha, Señor, nuestra oración, infunde sobre este siervo tuyo la plenitud de la gracia sacerdotal, y descienda sobre él la fuerza de tu bendición.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
El diácono dice:
D/. Pueden levantarse.
Y todos se ponen de pie.
MONICIÓN AL COMENZAR LA IMPOSICIÓN DE MANOS:
Por la imposición de manos de los Obispos y la plegaria consagratoria se confiere al elegido el don del Espíritu Santo para quedar consagrado con el ministerio de Obispo. En este momento tan sublime, desde nuestro lugar, impongamos las manos sobre nuestro obispo e imploremos fervientemente que sea consagrado por la efusión del Espíritu Santo.
10. Imposición de las manos
El elegido se levanta, y se arrodilla ante el Obispo ordenante principal; éste, de pie ante su sede y con la mitra puesta, impone las manos sobre la cabeza del elegido sin decir nada.
Al final de la imposición de las manos, soplando sobre la cabeza del elegido dice:
C:/ Recibe el Espíritu Santo.
Otro tanto hacen luego los demás Obispos.
11. Canto del Veni Creador Spiritus
Mientras los obispos están imponiendo las manos, estando todos de pie, se canta el himno Veni, Creator Spiritus.
Luego de la imposición de las manos los Obispos permanecen cerca del Obispo ordenante principal hasta el final de la Oración Consagratoria, permitiendo, sin embargo, que la acción pueda ser bien vista por los fieles.
MONICIÓN AL TERMINAR EL VENI CREATOR SPIRITUS
Por la imposición del libro de los Evangelios sobre la cabeza de nuestro obispo, mientras se dice la plegaria de ordenación, y por la entrega del mismo en sus manos más adelante, se pone de manifiesto que la predicación fiel de la palabra de Dios es la misión primordial del Obispo.
12. Imposición del libro de los Evangelios
Terminando el canto del Veni, Creador Spiritus, el Obispo ordenante principal, permaneciendo con mitra, recibe el libro de los Evangelios del diácono y lo impone, abierto, sobre la cabeza del elegido; los presbíteros asistentes, a la derecha y a la izquierda del elegido, sostienen el libro sobre la cabeza del elegido, hasta que termine la Oración Consagratoria.
El Obispo ordenante principal sin mitra dice seguidamente:
C:/ Sé propicio, Señor, a nuestras súplicas y derrama sobre este siervo tuyo el tesoro de tu gracia sacerdotal, infundiéndole la fuerza de tu + bendición. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo que, siendo Dios, vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
13. Oración Consagratoria I:
Entonces el Obispo ordenante principal, sin mitra y con las manos extendidas, dice la Oración Consagratoria, teniendo junto a sí a los otros Obispos ordenantes, también sin mitra:
CP/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
CP/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
CP/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
CP/.Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo,
que habitas en el cielo, y te fijas en los humildes;
que lo conoces todo antes de que exista.
Tú estableciste principios en tu Iglesia con tu palabra.
Desde el inicio tú elegiste al linaje de Abrahán;
nombraste sacerdotes y no dejaste sin ministros tu santuario.
Pues desde el comienzo del mundo te agrada
ser glorificado por tus elegidos.
Todos los Obispos consagrantes dicen, imponiendo las manos hacia el elegido, esta parte de la oración:
C.T/. INFUNDE AHORA SOBRE ESTE TU ELEGIDO
LA UNCIÓN DE TU ESPÍRITU SANTO Y
LLÉNALO CON LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE:
OTÓRGALE EL ESPÍRITU DE SERVICIO Y DE GUÍA
QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO Y
QUE ÉL COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES,
PARA QUE EN CADA LUGAR, A TRAVÉS DE TODO EL ORBE,
FUERA ESTABLECIDA TU IGLESIA,
COMO SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN,
PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU NOMBRE.
El Obispo ordenante principal prosigue solo:
CP/.Padre santo, tú que conoces los corazones,
concede a este servidor tuyo, a quien elegiste como obispo,
que sea un buen pastor de tu santa grey
y ejercite ante ti el sumo sacerdocio
sirviéndote sin tacha día y noche;
que atraiga tu favor sobre tu pueblo
y ofrezca los dones de tu santa Iglesia;
que por la unción del Espíritu Santo,
que recibe como sumo sacerdote y según tu mandato,
tenga el poder de perdonar pecados;
que distribuya los ministerios y los oficios según tu voluntad,
y desate todo vínculo conforme al poder
que diste a los Apóstoles;
que por la mansedumbre y la pureza de su corazón
te sea grata su vida como sacrificio de suave olor,
por medio de tu Hijo Jesucristo,
por quien recibes la gloria, el honor y el poder,
con el Espíritu, en la santa Iglesia, ahora y por todos los siglos.
Todos responden:
R/. Amén.
Acabada la Oración Consagratoria I, los presbíteros quitan el libro de los Evangelios que tenían sobre la cabeza del ordenado, y lo dan al diácono, quien lo conserva hasta que le sea entregado al nuevo Obispo.
El Obispo ordenante principal y los otros Obispos ordenantes, toman la mitra.
MONICIÓN AL TERMINAR LA ORACIÓN CONSAGRATORIA
La unción de la cabeza y de las manos simboliza la unción del Espíritu Santo, para que el obispo participe en forma especial del Sacerdocio de Cristo. Como Pueblo sacerdotal de Dios, podemos acompañar este momento, imponiendo manos e implorando la continuada efusión del Espíritu Santo.
14. Unción de la cabeza con el Crisma y Oración Consagratoria II:
Inmediatamente después, el maestro de ceremonias amarra una franja de lino en la cabeza del consagrado.
El Obispo ordenante principal, sentado y con mitra recibe el gremial y unge con el Santo Crisma la cabeza del ordenado, el cual permanece arrodillado ante él. Trazándole tres cruces sobre la cabeza le dice:
Dios, quien te ha hecho partícipe
del sumo sacerdocio de Cristo,
+ derrame sobre ti el bálsamo de la unción y,
+ con su bendición, + haga fecundo tu ministerio.
Terminada la unción, el Obispo ordenante principal se limpia las manos e inmediatamente prosigue con la oración consagratoria II.
El Obispo ordenante principal prosigue sin mitra, imponiendo las manos sobre el neo-consagrado. El neo-consagrado permanece de rodillas delante del ordenante principal.
CP/. Que esta unción, Señor,
se derrame copiosamente sobre su cabeza,
que cubra su rostro y se extienda hasta sus extremidades,
a fin de que la fuerza de tu Espíritu
lo penetre interiormente y lo envuelva exteriormente.
Que sea modelo de firmeza en la fe, de pureza en la caridad
y de sinceridad en la proclamación de la verdad.
Que por tu gracia pueda ser heraldo
que anuncie tu paz y proclame tus beneficios.
Sé su auxilio, su refugio y fortaleza.
Dale la fuerza de tu gracia
para que alcance siempre tu misericordia y
se entregue incondicionalmente a tu servicio y al de tu pueblo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que siendo Dios vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Todos responden:
R/. Amén.
15. Unción de las manos con el Crisma y Oración Consagratoria III:
El Obispo ordenante principal con mitra recibe el gremial y unge con el Santo Crisma las manos del ordenado, trazándole tres cruces. Éste permanece arrodillado ante él. Durante la unción dice:
CP/. Te pedimos, Dios todopoderoso, que así como Samuel ungió a David rey y profeta, sean ahora ungidas y consagradas las manos de tu siervo con el óleo sagrado y con el crisma de la santificación, en el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu + Santo, para que por ellas se derrame abundantemente la efusión de tu Espíritu Santo, al trazar la señal de la cruz de nuestro Salvador Jesucristo, al servirte en la acción litúrgica y al implorar tu bendición. Esto te lo suplicamos Padre compasivo, por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
El neo consagrado une sus manos, las cuales son atadas por una faja y sostenidas por otra faja que cuelga del cuello. Inmediatamente el Obispo ordenante principal dice sin mitra, imponiendo sus manos sobre las manos del neo-consagrado:
CP/. Oh Dios, Padre misericordioso, tu has querido elevar a este hijo tuyo al orden del Episcopado. Cúbrelo ahora con el rocío del Espíritu Santo y que el óleo de esta mística unción se transforme en abundancia de bendiciones espirituales, para que todo lo que tu siervo bendiga quede bendecido, lo que santifique sea santificado y a todos llegue la salvación por la imposición de sus manos y por la unción que haga con su dedo pulgar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
Mientras se cantan algunos cantos adecuados a la efusión del Espíritu Santo, tanto el Obispo ordenante principal como el Obispo recién ordenado se lavan las manos y éste se arregla la cabeza. Luego regresa al lugar donde está el Obispo ordenante y se arrodilla.
16. Entrega del libro de los Evangelios
El Obispo ordenante principal sentado y con mitra entrega al ordenado el libro de los Evangelios, diciendo:
CP/. Recibe el libro del Evangelio
y anuncia la palabra de Dios
con sabiduría y perseverancia.
Luego, el diácono lleva el libro de los Evangelios a su sitio.
MONICIÓN ANTES DE LA ENTREGA DEL ANILLO.
La entrega del anillo indica la fidelidad del Obispo hacia la esposa de Dios, la Iglesia y su desposorio con la Iglesia local, en la que será signo y sacramento de la presencia de Jesucristo, el único Pastor.
17. Entrega del anillo
El Obispo ordenante principal de pie y sin mitra, dice la siguiente oración sobre el anillo:
CP/. Oremos. Oh Dios, criador y conservador del género humano, dispensador de toda gracia y autor de la salvación, derrama tu bendición + sobre este anillo, para que quien lo lleve, revestido de una fe inconmovible, por tu protección, pueda participar de la gloria eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. (Rocía con agua bendita)
Todos responden:
R/. Amén.
Inmediatamente después, el Obispo ordenante principal sentado y con mitra coloca el anillo en el dedo anular de la mano derecha del ordenado, diciendo:
CP/. Recibe este anillo, signo de fidelidad
y permanece fiel a la Iglesia, esposa santa de Dios.
MONICIÓN ANTES DE LA IMPOSICIÓN DE LA MITRA
La mitra significa la unción del Espíritu y el compromiso por alcanzar la santidad.
18. Imposición de la mitra
El Obispo ordenante principal de pie y sin mitra, dice la siguiente oración sobre la mitra:
CP/. Oremos. Señor, Dios Padre omnipotente, de ti proviene todo don y bendición, bendice + y santifica la mitra que será colocada en la cabeza de tu siervo obispo. Por Jesucristo nuestro Señor. (Rocía con agua bendita)
Todos responden:
R/. Amén.
Después el Obispo ordenante principal sentado y con mitra impone la mitra al ordenado diciendo:
CP/. Señor: como mandaste a Moisés hacer con tu sacerdote Aarón colocamos esta mitra sobre la cabeza de tu siervo, símbolo de la fuerza y protección con las que Tú lo has revestido.
Que armado con la coraza de los dos Testamentos se muestre invencible ante los adversarios de la verdad, oponiéndoles, por la gracia divina, firme resistencia.
Que, en él resplandezca el fulgor de la santidad; para que cuando aparezca el príncipe de los pastores, merezca recibir la corona inmarcesible de gloria.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
MONICIÓN ANTES DE LA ENTREGA DE LOS GUANTES.
Los guantes simbolizan la santidad e integridad de vida a la que, en forma muy especial, está llamado el Obispo.
19. Entrega de los guantes
El Obispo ordenante principal de pie y sin mitra, dice la siguiente oración sobre los guantes:
CP/. Oremos. Oh Dios que creaste al ser humano a tu imagen y semejanza y le diste la inteligencia para que te conociera y las manos para que, trabajando con rectitud, glorificara tu nombre, bendice + y santifica estos guantes con los que se revestirán las humildes manos de tu siervo. Que ellos, por tu misericordia, sean signo de la pureza de su corazón y de la santidad de sus obras. Por Jesucristo nuestro Señor. (Rocía con agua bendita)
Todos responden:
R/. Amén.
Después el Obispo ordenante principal sentado y con mitra impone los guantes al ordenado diciendo:
CP/. Reviste, Señor, las manos de este siervo tuyo, con la pureza del hombre nuevo que bajó del cielo. Que así como tu amado siervo Jacob, cubriendo sus manos con piel de cabrito, alcanzó la bendición de Isaac, después de haberle ofrecido el manjar que apetecía, tu siervo, al ofrecer con sus manos la hostia de la salvación, alcance la bendición de tu gracia. Por Jesucristo que, revestido de nuestra carne pecadora, se ofreció a ti por nosotros y vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
MONICIÓN ANTES DE LA ENTREGA DEL BÁCULO.
El báculo pastoral simboliza la misión de presidir la Iglesia que es encomendada al obispo.
20. Entrega del báculo
El Obispo ordenante principal de pie y sin mitra, dice la siguiente oración sobre el báculo:
CP/. Oremos. Oh Dios fortaleza en medio de la debilidad humana, bendice + este báculo y ayuda a que tu siervo cumpla en su vida y en su ministerio lo que externamente simboliza. Por Jesucristo nuestro Señor. (Rocía con agua bendita)
Todos responden:
R/. Amén.
Después el Obispo ordenante principal sentado y con mitra entrega el báculo diciendo:
CP/. Recibe el báculo, signo de tu oficio pastoral, y cuida de toda tu grey, porque el Espíritu Santo te ha constituido Obispo, para que apacientes la Iglesia de Dios.
R/. Amén.
MONICIÓN ANTES DEL OFRECIMIENTO DE LOS DONES:
Los dones representan el reconocimiento de gratitud que nuestra Iglesia local hace al Colegio de Obispos, pastores ellos de otras Iglesias locales, por habernos otorgado, a través de la ordenación episcopal, la sucesión apostólica y, a su vez, son signo de nuestra comunión con las Iglesias locales que ellos presiden y con toda la Iglesia universal.
21. Ofrecimiento de los dones al Obispo ordenante principal.
El neo-consagrado deja el báculo. Con mitra y, acompañado de los padrinos de las ofrendas, se presenta al obispo consagrante principal, el cual está sentado en la cátedra con mitra, y le ofrece los dones, diciendo las siguientes palabras:
E:/ Reverendísimo Padre: la Iglesia Católica Ecuménica Renovada en Guatemala, llena de gozo y gratitud, te presenta las ofrendas, símbolo de nuestro reconocimiento y comunión. Tú fuiste elegido por el Señor para que, por la ordenación de este humilde siervo, nuestra Iglesia sea presencia sacramental de la Iglesia una, santa católica y apostólica. Conscientes de esta preciosa gracia te entregamos los dones eucarísticos que son signo de nuestro agradecimiento hacia ti, de nuestra pertenencia a la Comunión de Iglesias Católicas y Apostólicas, bajo el liderazgo de la Iglesia Católica Apostólica Brasilera y de nuestra preocupación por toda la Iglesia Universal.
MONICIÓN ANTES DE LA ENTRONIZACIÓN EN LA CÁTEDRA.
Una Iglesia es reconocida como catedral, porque en ella se encuentra la cátedra o sede desde donde el obispo, junto con los presbíteros y con todo el Pueblo de Dios, se reúnen en Asamblea Litúrgica, para cumplir la misión confiada por Cristo de guiar, evangelizar y santificar a la Grey, y se simboliza físicamente la unidad de la Iglesia local.
22. Entronización en la cátedra
Todos se ponen de pie. Dado que la ordenación se ha hecho en la Iglesia propia del ordenado, el Obispo ordenante principal lo invita a sentarse en la cátedra; el ordenante principal se sienta a la derecha del ordenado.
CP/. Hermano: Por la ordenación episcopal el Señor te ha confiado la misión de evangelizar, santificar y regir a su pueblo. Sube ahora a ocupar la cátedra desde la cual deberás cumplir tu misión con la actitud del Buen Pastor. Enseña, celebra la liturgia y preside a la Iglesia que te ha sido confiada con humildad, con prontitud y con entrega radical, recordando que quien te eligió, Jesucristo el Señor, no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida para que el mundo alcanzara la salvación.
R/. Amén.
MONICIÓN ANTES DEL RITO DE LA PAZ
El beso que el ordenado recibirá del Obispo ordenante principal y de todos los demás Obispos viene a ser como el sello que se pone a su aceptación en el Colegio de los Obispos.
23. Rito de la paz, ósculo y saludo de felicitación
D/. Hermanos: ha terminado el rito de ordenación y nos preparamos para el ofertorio. Jesús dijo que antes de presentar nuestra ofrenda, es necesario que estemos reconciliados con todos. Por eso, como señal del compromiso que asumimos de vivir en armonía y de ser constructores de reconciliación y de justicia, démonos un saludo de paz.
El ordenado deja el báculo y recibe del Obispo ordenante principal y de los otros Obispos el ósculo de la paz y el saludo de comunión. Diciéndose el uno al otro:
C/. La paz esté contigo.
R/. Y con tu espíritu.
Todos los concelebrantes y el pueblo también se dan un saludo de paz.
III
Liturgia Eucarística
24. Procesión de ofrendas y ofertorio
Se prosigue con la procesión de ofrendas. El pueblo de Dios participa con las ofrendas para el uso del altar y para los celebrantes. Inmediatamente después se hace el ofertorio.
Quien preside eleva la patena que contiene el pan que va a ser consagrado.
CP/. Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros pan de vida.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.
Luego quien preside, deposita la patena sobre el altar y a continuación eleva el cáliz, en el que previamente se ha mezclado el vino con una pequeña cantidad de agua.
CP/. Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este vino, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros bebida de salvación.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.
Quien preside deposita el cáliz sobre el altar.
Seguidamente tiene lugar la incensación de las ofrendas, del altar, de los ministros y de la asamblea.
Luego, el celebrante, en voz baja, se dirige al Señor, solicitándole que acepte el corazón arrepentido y mientras se lava las manos, recita la oración propia del Lavatorio en la que pide al Señor presentarse con corazón limpio.
Después el celebrante levanta las manos mirando en alto e invita a todos a la oración.
CP/. Oren hermanos, para que nuestro sacrificio sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R/. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
El obispo que preside, con las manos elevadas, dice la Oración sobre las Ofrendas.
CP/. Oremos. Señor, que el fuego del Espíritu Santo que iluminó los corazones de los discípulos de tu Hijo, santifique también estas ofrendas que presentamos en tu altar. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
25. Plegaria Eucarística y comunión
Se sigue en forma ordinaria con la celebración de la Eucaristía, hasta terminar la oración después de la comunión.
El obispo que preside canta el prefacio con las manos extendidas.
CP/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
CP/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
CP/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
CP/. En verdad es justo y necesario,’ es nuestro deber y salvación+
darte gracias siempre y en todo lugar, *
Señor, Padre santo,’ Dios todopoderoso y eterno. ”
Ya que, por la unción del Espíritu Santo,’
constituiste a tu Hijo unigénito +
Pontífice de la alianza nueva y eterna, *
y has querido que su sacerdocio único’
se perpetuara en la Iglesia.”
Porque Cristo no sólo comunica la dignidad del sacerdocio real’
a todo el pueblo redimido,+
sino que, mediante la imposición de las manos, *
eligiendo a algunos de entre los hermanos,’
los hace partícipes de su ministerio de salvación. ”
Ellos renuevan, en su nombre, el sacrificio redentor, +
preparan para tus hijos el banquete pascual,’
y fomentan la caridad en tu pueblo santo, *
lo alimentan con la palabra,’ y lo fortifican con los sacramentos”
y, consagrando su vida a ti’ y a la salvación de sus hermanos, +
se esfuerzan por reproducir en sí la misma imagen del Señor *
dando un constante testimonio de fidelidad y de amor. ”
Por eso, Señor, con todos los ángeles y santos, +
te alabamos, * cantando llenos de alegría: ”
Al final del prefacio junta las manos y, en unión del pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
El celebrante principal, con las manos extendidas, dice:
CP/. Te glorificamos, Padre santo,
porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida,
sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos congrega
para el banquete pascual de su amor.
Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús,
él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y luego las extiende sobre las ofrendas y dice:
Te rogamos, pues, Padre todopoderoso,
que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente y dice:
de manera que sean para nosotros
Cuerpo y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro.
Junta las manos.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
mientras estaba a la mesa con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, te dio gracias, lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y coman todos de él,
esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita sobre la patena. Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno de vino,
te dio gracias con la plegaria de bendición
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
«Tomen y beban todos de él, éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que se derrama por ustedes y por todos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y con las manos extendidas, prosigue diciendo:
CP/. Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo, tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha.
Por eso, de nuevo te ofrecemos Padre, este sacrificio espiritual, te invocamos, te pedimos y te suplicamos:
Imponiendo las manos sobre las ofrendas, prosigue diciendo
C P:/ Envía tu santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones que, puestos sobre el altar consagramos. Haz que este pan, transformado en el precioso cuerpo de tu Hijo, y que el vino, convertido en su bendita sangre, por la fuerza de tu Santo Espíritu, sean para quienes los comulgamos: manantial a través del cual el Espíritu Santo nos inunde con la misma fuerza con la que llenó a los Apóstoles el día de Pentecostés; fuente de comunión que nos ayude a llegar a ser uno, como Tú Padre y el Hijo son uno; y luz que nos fortalezca en la fe, para que, manteniéndonos firmes en la verdad y en el amor, incesantemente te alabemos y te glorifiquemos, por Jesucristo nuestro Salvador.
Terminada la oración, adora las especies consagradas haciendo una reverencia profunda. Luego proclama cantando:
Este es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo responde cantando:
R:/ Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Después los concelebrantes, con las manos extendidas, dicen:
C.I/. Haz que por este misterio de comunión, tu Iglesia camine hacia la reconciliación y la unidad:
Te pedimos por el Obispo de Roma, el Papa Benedicto: Que como “primero entre iguales” en la familia de los primados de las Iglesias locales y presidiendo en la caridad, se convierta en signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos.
Bendice a los obispos miembros de nuestra Comunión de Iglesias Católicas y Apostólicas, a todos los demás obispos, a los pastores, ministros, servidores y a cuantos cuidan de tu pueblo. Que con mi hermano Eduardo, y con los demás hermanos obispos concelebrantes, lleguemos a ser uno en la fe y en el amor.
C.II/. Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea signo de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.
C.III/. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú conociste: que contemplando la luz de tu rostro, estén participando en la gloriosa comunión de los santos.
C.IV/. Y, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, haz que llegue a manifestarse plenamente en nosotros la presencia de tu Reino, del que, por la efusión del Espíritu Santo, ya participamos desde ahora, con fe firme, con esperanza inquebrantable y con ferviente amor.
CP/. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios,
los apóstoles y los mártires, san Juan Bautista
y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos,
Junta las manos.
Por Cristo, Señor nuestro.
Se toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados se canta:
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
R:/ Amén.
Una vez dejado el cáliz y la patena, el celebrante principal, con las manos juntas, dice:
CP/. Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
con confianza decimos:
T/. Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Todos concluyen la oración, aclamando, con las manos elevadas:
T:/ Porque tuyo es el reino, tuyo es el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el celebrante principal, con las manos extendidas, dice en voz alta:
CP/. Señor Jesucristo, tú dijiste a los apóstoles:
"La paz les dejo, mi paz les doy".
Que tu Iglesia alcance esa paz y la unidad.
Y, a nosotros pecadores, absueltos de condena y reprobación, presérvanos del mal y consérvanos en tu amor
para que, liberados, por tu ternura y tu compasión,
de toda angustia y tentación;
vigilantes reconozcamos cada día, tu gloriosa manifestación.
Junta las manos.
Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
R:/ Amén.
El sacerdote seguidamente extiende las manos y dice:
CP/. La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
R:/ Y con tu espíritu.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
CP/. El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta:
T/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente se repite varias veces. La última vez se dice: "danos la paz". A continuación el celebrante, con las manos juntas, dice:
CP/. Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
concédenos que la comunión en tu Cuerpo y en tu Sangre, nos libre de todo pecado, nos dé fortaleza para cumplir siempre tu voluntad y nos alcance un corazón sencillo y una mirada limpia, para reconocer la presencia de tu Reino en cada persona y en toda la creación.
El celebrante hace una reverencia profunda, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el cáliz, lo muestra al pueblo, diciendo:
CP/. He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados al banquete del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
T/. Señor, no soy digno
de que vengas a mí,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El celebrante luego dice:
CP/. El Cuerpo y la Sangre de Cristo
nos hagan partícipes de la vida eterna.
Y comulga el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Comienza el canto de comunión.
Después toma el copón, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
C:/ El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
R:/ Amén.
Y comulga.
El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Acabada la comunión, el diácono purifica la patena y el cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa.
Luego, de pie en la sede, el celebrante principal dice:
Oración después de la comunión.
Oremos. Señor, haz que nos llene de fuerza este sacramento que hemos recibido, para que en nosotros arda siempre el fuego del Espíritu Santo que infundiste de un modo admirable en tus apóstoles. Por Jesucristo nuestro Señor.
R:/ Amén.
IV
Rito de Conclusión
MONICIÓN ANTES DEL CANTO, MIENTRAS EL OBISPO BENDICE
Hermanos: en este momento nuestro obispo irá por los pasillos de la Catedral a impartir a toda la Asamblea la bendición. Es importante que tomemos conciencia de que lo que justifica nuestra existencia y lo que asegurará que sigamos creciendo y seamos fermento de renovación, será nuestra disponibilidad y compromiso para que se redescubran y restablezcan todos los elementos y características que constituyen la genuina e íntegra Tradición Apostólica. Es decir, que llenos del Espíritu Santo, viviendo en comunidades libres, pluralistas e inclusivas, logremos que en la forma de organizarnos y de vivir como iglesia, plasmemos cuanto las Escrituras testimonian y la Iglesia indivisa vivió. Para ello creemos que debemos seguir por el camino por el que el Señor nos ha guiado hasta ahora, pero también se nos exige que, con profunda humildad, estemos en constante conversión, para que, despojados de nosotros mismos, podamos descubrir y transmitir, cada vez con mayor claridad, los tesoros inapreciables del Reino y para que, desde nuestra pobreza y pequeñez, reconociéndonos en comunión con toda la Iglesia, trabajemos por conseguir la unidad visible entre todos los cristianos, a través de la oración, la apertura y el compromiso por amar eficazmente a cada ser humano y a toda la creación.
26. Himno de Acción de Gracias
Terminada la oración después de la comunión, se canta el himno Señor, Dios eterno (Te Deum) u otro canto apropiado. Mientras tanto, el Obispo recién ordenado, recibe la mitra y el báculo y acompañado por dos de los Obispos ordenantes recorre la Iglesia, bendiciendo a todos.
27. Alocución del Ordenado
Finalizado el himno, el Ordenado, de pie, junto el altar, o, si está en su Iglesia propia, desde la cátedra, puede hablar al pueblo brevemente.
28. Bendición final y despedida
Después el Obispo que presidió la liturgia eucarística imparte la bendición. En lugar de la bendición acostumbrada, puede decirse la bendición siguiente más solemne.
El diácono puede hacer la siguiente invitación con estas u otras palabras:
D:/ Inclinen la cabeza para la bendición.
Luego el Ordenado da la bendición, diciendo con las manos extendidas:
CP/. El Dios que, con el perdón, restaura a su pueblo y, con amor, lo gobierna conceda el Espíritu de sabiduría a quienes hemos recibido la misión de apacentar su Iglesia, para que el bien de las ovejas sirva de gozo eterno a los pastores.
R/. Amén.
El Ordenado:
CP/. El Dios que, en su providencia, dispone el número de nuestros días y el curso de los tiempos mire benévolo mi humilde servicio y nos conceda la abundancia de su paz.
R/. Amén.
El Ordenado:
CP/. Bendice, Padre santo, el ministerio que he recibido por tu gracia y hazme grato a ti por mi bien obrar. Que el pueblo y el Obispo tengan un mismo querer, para que no falte al pastor la obediencia de su rebaño, ni al rebaño el cuidado del pastor.
R/. Amén.
E, inmediatamente, tomando el báculo, añade:
C.T/. La bendición de Dios todopoderoso,
Padre +, Hijo + y Espíritu + Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R/. Amén.
El diácono despide al pueblo, diciendo:
D:/ Pueden ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
29. Procesión de salida.
Luego todos salen procesionalmente al fondo del templo, para saludar al pueblo de Dios.
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